lunes, 27 de abril de 2009

El comienzo de una amistad entrañable

Ese día venía del supermercado, compré un dulce de leche "La mantecosa" para complementar unos churros, cuando me lo cruzé a mi Tío Montoto. Pasá loquillo, me decía, entubemos unos mates, me convitaba. Acepté de muy buena gana, ya que mis únicos planes para el día eran regar al Sr Cabeza de pasto y darle de comer al tamagotchi. El tío se preparó unos matienzos con burrito y nos fuimos a tomarlos al patio. Allí conocí al ser que cambiaría para siempre mi vida y mis concepciones sobre el amor: el perro Tito. Fue un flechazo al instante. Me olvidé de mis mascotas modernas, Tito, el perro, había cautivado mi corazón. Allí comenzó mi cortejo, cuando Montoto se excusó para ir al baño, unté el dulce de leche en mis genitales y chiflé, chiflé como nunca había chiflado antes. Imaginense el resto.

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